8. Bucearás en la propia tradición espiritual

No se trata de hablar tanto de ideas, sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo. (LS, 216) 

Vivimos en un mundo materialista y, sin embargo, la búsqueda en internet de la palabra "espiritualidad" reporta infinitas páginas llenas de definiciones, experiencias, estudios, consejos para vivirla... Este punto del decálogo no tiene como objetivo hacer un análisis sobre el tema, sino más bien trazar una conexión entre la importancia de conocer y vivir de modo coherente nuestra propia tradición espiritual y el cuidado de las personas más frágiles, además del propio planeta, afectado de una dramática vulnerabilidad.

Etimológicamente, el término espiritualidad deriva del latín y alude a una cualidad relativa al alma. Somos personas completas y no podemos hacer división entre cuerpo y alma, más bien hemos de ser capaces de descubrir que en el interior de cada ser hay un espacio precioso de relación con lo importante de la vida y con lo importante de los demás. Todas las tradiciones espirituales hacen referencia a la necesidad que tenemos los seres humanos de ir al encuentro de la paz, de alcanzar el equilibrio y de obtener la armonía que parece perderse entre las prisas, la violencia o la injusticia que nos rodea. Desde el principio de los tiempos las personas hemos necesitado trascender el ámbito de lo puramente material y encontrar caminos de expresión de esos anhelos y experiencias. Lo que está en nuestro interior, necesariamente, se refleja en nuestra escala de valores, conductas y forma de vida. Por eso es imprescindible  que esta experiencia interior se oriente hacia un estado en el que el bienestar personal y el servicio al prójimo se unan, donde podamos sentir la certeza del amor infinito de Dios y la necesidad de compartir ese amor con todo lo que nos rodea.

En la tradición espiritual cristiana, como no podía ser de otra manera, nuestro ejemplo es Jesús de Nazaret, el Justo. Su vida, su muerte, su presencia nos muestran de manera clara y precisa, las claves de una vida de discípulos. Jesús vive con pasión, con cercanía, con servicio, con alegría. Muere humildemente, con paz, con entrega. Entre su vida y su muerte no hay ruptura, una es consecuencia de la otra y todo responde al plan de Dios para la Humanidad: recuperar la Vida, la esperanza, la plenitud. Como dice el papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium: "el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad." Y en palabras de Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Encíclica Deus caritas est)

Reconocer lo bueno, lo justo, lo bello puede impulsarnos, dotarnos de sentido y alentar nuestra propia vida y nuestra relación con las demás personas y con la "casa común". Como sigue diciendo el Papa, "su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos".

Nuestra campaña quiere contagiar esa inevitable implicación en el cuidado del otro, de los otros y del planeta que nos acoge, desde la propia tradición espiritual, con coherencia, autenticidad y alegría.  

Voces que claman...

Marco Martinez 

Campesino, Amazonía colombiana

Nos quieren desplazar, quitar las tierras para sembrar la palma aceitera. El gobierno y sus instancias favorecen al empresario, de forma irregular han iniciado un proceso de adjudicación, quieren sacarnos de la tierra, siempre hemos vivido ahí. En ese lugar se iba a hacer la escuela. Nuestra vocación es agrícola, nuestro arraigo, nuestra identidad está en estas fincas, de esta manera se violan nuestro derechos, sin que tengamos ninguna oportunidad de defendernos.

Vamos a dejar de existir como campesinos, se va a imponer un modelo diferente, donde se prioriza el negocio frente al cultivo tradicional, el modelo de la agroindustria y el monocultivo, aparte de la amenaza de las empresas de hidrocarburos. Vamos a ser parte de la gran lista de desplazados de Colombia.

Yo estoy en esta lucha, porque creo que ese es mi único legado, resistir y ayudarle a mi comunidad. Con los pocos conocimientos que uno tenga, aquí, si nosotros no actuamos, nadie va a actuar por nosotros". 

Papa Francisco

Papa de la Iglesia católica

El pasado 1 de septiembre se celebró la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, en la que el papa Francisco junto al patriarca Ecuménico Bartolomé han publicado un mensaje conjunto. El Santo Padre aborda los principales problemas sobre la relación del ser humano con sus semejantes y con la naturaleza. Nos dice que para hacer frente a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a los perniciosos efectos de la contaminación ambiental es ineludible una respuesta decidida y urgente de creyentes y no creyentes.

una respuesta decidida y urgente de creyentes y no creyentes.

La Escritura revela que, «en el principio», Dios quiso que la humanidad cooperara en la preservación y protección del medio ambiente. La tierra nos fue confiada como un don y un legado sublime, del que somos responsables hasta que, «al final», todas las cosas en el cielo y en la tierra serán recapituladas en Cristo (cf. Ef. 1, 10). Nuestra dignidad y bienestar humano están profundamente conectados con nuestro cuidado por toda la creación. (Continúa...)

DEL MENSAJE DE LA JORNADA DE ORACIÓN POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN 2017

(Continúa...) Sin embargo, la historia del mundo presenta un contexto muy diferente. Revela un escenario moralmente decadente donde nuestra actitud y comportamiento hacia la creación oscurece nuestra vocación como cooperadores de Dios. Nuestra propensión a interrumpir los delicados y equilibrados ecosistemas del mundo, nuestro deseo insaciable de manipular y controlar los recursos limitados del planeta, todo esto nos ha alejado del sentido original de la creación. No respetamos ya la naturaleza como un regalo compartido; por el contrario, la consideramos una posesión privada. Ya no nos relacionamos con la naturaleza para sostenerla, sino que la dominamos para sostener nuestras propias invenciones.

Las consecuencias de esta cosmovisión alternativa son trágicas y duraderas. El medioambiente humano y el de la naturaleza se están deteriorando juntos, y este deterioro del planeta recae sobre las personas más vulnerables. El impacto del cambio climático afecta, ante todo y más que nada, a los que viven en la pobreza en todos los rincones del mundo. Nuestra obligación de usar los bienes de la tierra con responsabilidad implica el reconocimiento y el respeto de todas las personas y de todos los seres vivos. La urgente llamada y el desafío de cuidar la creación son una invitación dirigida a toda la humanidad para que trabaje en favor de un desarrollo sostenible e integral.

Por tanto, unidos en un mismo interés por la creación de Dios y reconociendo la tierra como un bien a compartir, nos invitó a todas las personas de buena voluntad a que en ese día 1 de septiembre dedicásemos un tiempo de oración por el medio ambiente. Por este motivo, queremos dar las gracias al Creador amoroso por el gran don de la creación y comprometernos en su cuidado y preservación por el bien de las generaciones futuras. Después de todo, sabemos que nuestro trabajo es en vano si el Señor no está a nuestro lado (cf. Sal. 126-127), si la oración no está en el centro de nuestra reflexión y celebración. En efecto, un objetivo de nuestra oración es cambiar el modo en que percibimos el mundo para modificar la manera de cómo nos relacionamos con él. El objetivo de nuestro compromiso es el de empeñarnos en alcanzar una mayor simplicidad y solidaridad en nuestras vidas.

Por todo ello realizaron un llamamiento como voces que claman, a quienes ocupan puestos de responsabilidad social y económica, así como política y cultural, para que escuchen el grito de la tierra y atiendan las necesidades de los marginados, pero sobre todo para que respondan a la súplica de millones de personas y apoyen el consenso del mundo por el cuidado de la creación herida.

Nos dice el Papa que no puede haber una solución sincera y duradera al desafío de la crisis ecológica y del cambio climático si no se da una respuesta concordada y colectiva, si la responsabilidad no es compartida y responsable, si no damos prioridad a la solidaridad y al servicio.

¿Qué puedes hacer (o dejar de hacer)?


1. Encuentra tiempo en tu día a día para la meditación y la relajación   Te ayudará a tomar consciencia del tiempo presente, atendiendo a pensamientos, emociones y sensaciones corporales con una actitud de curiosidad, interés y aceptación. Sin juzgar. Disfrutando del aquí y ahora

4. Aprende a valorar lo cotidiano. Constantemente tendemos a anhelar aquello que no tenemos o depositar la felicidad en poseer nuevas cosas materiales sin estimar, disfrutar o prestar atención a todos esos pequeños detalles que se suceden en nuestra vida  y que son extraordinariamente bellos. Para caminar hacia una mayor espiritualidad y profundizar en la felicidad interior, uno de los primeros pasos es valorar lo que tenemos.

7. Toma partido por las personas más vulnerables del planeta. En tus oraciones, tus comportamientos cotidianos, tus decisiones, con tus hábitos de consumo... Apoya la justicia, igualdad y el cuidado de la naturaleza.

8. Profundiza en nuestra tradición cristiana. En ella tenemos un largo y rico recorrido en la experiencia de oración. " [...] Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto" (Mt. 6, 6). La referencia de partida es el Maestro, el Señor, Jesucristo, que hizo de su vida oración, enseñanza y acción en cercanía con las necesidades de los hombres. Mírate en él y ora como él y con él, leyendo cada día su Evangelio, fijándote en lo que te dice a ti. Medita sobre la relación de Jesús con el Padre y sobre su actitud y comportamiento con los otros, conocidos y desconocidos, y con nuestra madre Tierra, su Creación.

2. Párate, escucha, siente y vive la aventura del silencio.  En muchas ocasiones no vivimos de forma fluida por el ruido que experimentamos y necesitamos detenernos para escuhar el silencio. El silencio puede hacer que la espiritualidad se haga evidente, sin intermediarios. El silencio es tener la experiencia de lo eterno en nuestra vida. En el silencio, te conoces, contactas con el ser puro que eres, con tu relaidad, con tu espíritu. 

5. Trabaja la empatía. La empatía es la capacidad de entender los pensamientos y emociones ajenas, de ponerse en el lugar de los demás y compartir sus sentimientos. No es necesario pasar por las mismas vivencias y experiencias para entender mejor a los que nos rodean, pero si es preciso escuchar, mantener la mente abierta y sin prejuicios, mostrar interés y comprensión por la otra persona. Descubre, reconoce y recompensa las cualidades y logros de quienes tienes alrededor. Esto va a contribuir, no solo a fomentar sus capacidades, sino que además serán conscientes de nuestra preocupación e interés por ellos. La empatía nos acerca a los demás y a nosotros mismos, no es posible alcanzar una espiritualidad verdadera sin empatía.

9. Al acabar el día, haz un pequeño repaso de lo acontecido. En tu tiempo de silencio y de oración dedica unos minutos a pensar sobre el día que termina. Puedes reflexionar con preguntas como las siguientes: ¿Cómo ha ido el día? ¿Qué tal mis actividades? ¿Qué tal yo, como he estado, cómo me siento? Considera todo aquello que puedas mejorar y alégrate y da gracias a Dios por todas las buenas acciones que has hecho. Mañana tienes otro día entero, lleno de oportunidades para mejorar aquello que no haya estado bien hoy y continuar por el camino de las buenas acciones.

3. Observa, enriquécete y admira el entorno Reserva unos minutos a observar la naturaleza, desde lo más grande, como puede ser la salida o la puesta del sol, las nubes que evolucionan en el cielo, cambiando de forma y color a lo largo del día; hasta lo más pequeño, como una flor en sus más mínimos detalles o el vuelo de los insectos. Todos ellos encierran detalles que, solo conociendo, aprenderemos a amar y respetar.

6. Desacelera tu ritmo de vida. Muchas veces no disfrutamos de las cosas del momento porque estamos atendiendo a la siguiente; no nos damos tiempo. La velocidad, el exceso de ocupaciones y la obsesión por ahorrar tiempo son constantes. Desacelerar es conveniente y aporta calma. El mundo está tomando conciencia que hacer todo más rápido no aporta beneficios, sino al contrario. Esto permitirá mayor tiempo para la escucha, para mirarnos y conectar, para hablar tranquilamente sin ruido y sin apuro.

10. Participa en la celebración de la Eucaristía los domingos con tu comunidad, desde el silencio buscado y encontrado en la oración y en la meditación, como expresión profunda de tu fe y de tu espiritualidad en la tradición de la Iglesia. "...Porque yo recibí del Señor lo que os trasmití: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan, dando gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros..." (1 Cor. 11, 22 y ss.).

Oración


Brisa

A veces estás en la tormenta,
la pasión desbordada,
el estruendo de batallas
en que me rompo,
contigo
o contra ti,
y eres aguacero,
que enfría mis certidumbres
o apaga mis incendios.

A veces estás en el huracán
que me asusta y me enardece,
bramando con fragor de profeta,
desgarrando el mundo
con la protesta
de todas las víctimas
que sufren, gritan
y exigen justicia,
 

y eres el viento
que me arranca del hogar
hasta que bailo con el mundo.Pero otras veces estás,
cotidiano y discreto,
como brisa en la mañana,
en el cansancio de los días sin motivos,
en la rutina del reloj de dentro,
en las derrotas sin drama,
o las victorias sin fiesta.
Y eres silencio
en mi oración desierta,
eres caricia inadvertida,
que, sin yo notarlo,
alivia las viejas heridas
de siempre. (José María R. Olaizola, sj.) 

Agenda

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